EL CICLO DE LA VIDA

Últimamente ando inmerso en uno de esos proyectos faraónicos que de vez en cuando todos tenemos en la vida, lo que resumido viene a ser que ando todos los días y todo el día enfrascado en los mismos temas. Así que para no aburriros, ciertamente cada día me cuesta más pensar en algo que nos ayude a reflexionar, fuera de temas que puedan resultar manidos.

Y después de esta humilde introducción me gustaría compartir algunas de las reflexiones que me ha suscitado la lectura de un libro más bien pequeño pero lleno de algunas verdades que no por sabidas, dejan de ser importantes. Os hablo de “La sanación a través de los Registros Akásicos” de Linda Howe.

Una de las cosas que más me ha llamado la atención es reconocer en él que la vida es cíclica. Esto en sí no es ninguna novedad, ya sabemos que es muy complicado ser original, pero como decía antes, hay algunas verdades que conviene que nos recuerden. Así que andaba yo pensando en esto de que la vida es cíclica, sí. ¿Pero qué significa eso? Primero que nada es inmutable, así que no conviene demasiado hacerse ilusiones respecto a que algo durará eternamente y al menos a mí, esa idea hizo que un hormigueo me recorriera el espinazo, como en una suerte de reconocimiento.

¿Y por qué me impresionó tanto? Pues porque muchas veces nos enredamos en pensar que el sufrimiento será para siempre, o que la alegría durará eternamente, pero no es así. Ya lo hemos dicho otras veces, que nuestra percepción no está preparada para responder a lo inmutable, sino a los cambios. Así que todo lo que nos llega a través de la percepción está polarizado. Hay una consecuencia de esta forma de percibir las cosas y es que siempre estamos en un estado del que necesitamos salir para llegar al siguiente. Por decirlo de alguna manera, somos una especie de contenedor. Y los contenedores terminan por llenarse. Así que para volver a hacerlo no queda otra que vaciarse. Y ese proceso de vaciado lo hemos dado en llamar “crisis”.

Vaya, así que una crisis es un proceso que significa que algo caduco tiene que dejar paso a algo nuevo...interesante. Pero más interesante es que este proceso escapa de nuestro control. Si nos fijamos, los actos realmente necesarios están fuera de lo que podemos controlar o mejor aún, no necesitamos controlarlos. Para inhalar, hay que exhalar el aire viejo, para llevar sangre limpia a las células, el corazón debe bombear constantemente, para que haya primavera, se necesita invierno...y así constantemente, y vamos a seguir respirando y bombeando y viendo primaveras, hagamos lo que hagamos. Así que la vida es un ciclo y lo importante no es en qué fase del mismo estoy, sino cómo me manejo en ese ir y venir constante.

¡Anda! Entonces...¿de qué sirve preocuparme? Si se supone que la preocupación es una forma de reacción para anticipar y resolver problemas y según esto en realidad no hay problemas que pueda solucionar...¡Preocuparme no sirve de nada! Es decir, nada de lo que haga va a hacer que el problema se resuelva, pero curiosamente sí que puedo hacer cosas para que el problema persista, como si quisiera dejar de respirar...Si nada de lo que pueda hacer me servirá para dejar de vivir cíclicamente, lo más inteligente es acelerar el ciclo...Y para hacer eso, lo mejor es dejar de pensar en cómo serían las cosas....conclusión: ¡¡la preocupación no sólo es innecesaria sino que además es contraproducente!!.

(imagen de www.ojodigital.com)

Porque curiosamente, para acelerar un ciclo lo más eficaz es hacer lo contrario de lo que queremos alcanzar. Si estoy inspirando para coger aire, lo mejor es exhalar para poder coger más. Si estoy preocupado porque carezco de algo...es que estoy lleno de otro algo que no necesito.

¡Espera, espera! Entonces, si quiero algo, no tengo que buscarlo fuera, ¿sino que tengo que ver qué me sobra dentro? Ostras, esto sí que es importante. Y no porque no lo sepamos, sino porque debería estar en todas las esquinas de todas las calles de todas las ciudades: ¿Qué te sobra dentro?

Un gran profesor y Maestro dijo una vez que vivimos en un mundo de “oralidad agresiva”, es decir, sólo nos preocupa “comer” y para ello mordemos, engullimos y tragamos sin importar el precio. Pero no todo lo que se puede comer alimenta (agradezco a Antonio Méndez esta idea, tanto en lo textual como en lo metafórico) y cuando comemos mucho sin alimentarnos, lo que sucede es que tenemos más hambre y tenemos que comer más. Curiosa circunstancia. Si unimos las dos reflexiones comprobamos que nos hemos metido en un círculo vicioso de terribles consecuencias: Tenemos una sensación de incompletud, como contenedores que somos, así que intentamos llenarnos, pero nos llenamos de cosas que no nos sacian y por lo tanto aun estando llenos, nos sentimos vacíos y como estamos llenos de lo que no sacia, no podemos dejar entrar lo que sí nos llenaría de verdad y nos quejamos de “no tener” y entonces tratamos de “tener más” y volvemos a tragar y así realmente no puedo ni vaciarme ni llenarme y el ciclo se estanca....y lo que se estanca, termina muriendo y en esas estamos....

Así que la única salida posible es....¡DAR! Claro...dar...pero si no tengo...Y ahí está el otro gran error, que cada uno tiene algo que sólo puede dar él y nadie más que él, pero como tenemos que ser de determinada manera para tener “éxito”, hay que seguir tragando porque lo que tienes parece que no vale...Y vamos por la vida creyendo que no valemos porque no soy igual que...Pero eso tiene que ver con la autoestima y con el reconocimiento de tu propio valor y de tu propio poder...y da para otra entrada, o para otras muchas de las muchas que andan por ahí.

Sé que no soy original, pero si al menos esta entrada sirve para hacernos reflexionar un poco, bienvenida sea mi falta de originalidad, espero que al menos te haya entretenido. Por mi parte, voy a tratar de darte lo que yo soy “de verdad” para así poder recibir de ti lo que eres “de verdad” y eso...¿no es amor? Vaya, lo he vuelto a hacer...

Un beso, feliz, compartida y auténtica semana para tod@s


EDU 

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