MUÉSTRAME LA LUZ

Como si de una habitación en penumbra se tratase, la vida tiene mucho que ver con luces y sombras. Podemos imaginar esa estancia en la que la persiana está a medio bajar y la ventana abierta. La luz del alba comienza a entrar tenue, despacio, acompañada de una suave brisa matinal. La leve iluminación permite ver los muebles y provoca un juego interesante de contrastes entre resplandores y oscuridades.

Hoy no se me ocurre mejor símil que describa la vida. Quizá, la vida es una habitación en penumbra. Un rincón en el que unas veces se refleja el amanecer y otras tantas, admite al día desvanecerse mientras entra la noche.

Es curioso, porque en medio de la opacidad siempre sentimos que hace falta más iluminación.

Sin embargo, nuestro recinto, no está por la labor de brillar todo el tiempo. Unas veces ofrecerá más claridad y otras tantas será el fiel reflejo de un momento que no es tan cálido ni tan hogareño. La luz se apaga para todos en algún momento.

En ocasiones, permitiremos sin querer, que la persiana de esta estancia quede completamente bajada impidiendo el paso de los rayos del sol. Aunque fuese de día ahí fuera, para nosotros, en el interior de este cobijo, ha dejado de lucir el astro rey. La oscuridad es muy fácil de abrazar. Es molesta y provoca miedo, incluso ansiedad; pero cuando estás dentro y has elegido un rincón entre tinieblas, es difícil imaginar que en alguna parte está la manecilla que llena otra vez la sala de luminosidad.

(Imagen de: vailima.blogia.com)


Un día te sorprendes caminando a trompicones, perdido, con los ojos rebosando agua. Como un muñeco autómata sólo sigues ahí porque tienes que estar; porque te comprometiste a hacer esto y aquello. Tus deberes te manejan como a una marioneta. Pero ya no eres nadie. No sabes dónde vas. No ves más allá de las sombras.

La negrura es uno de los hechos más antiguos. En la creación se formó la luz y, con ella, la sombra. No puede separarse ni evitarse ni esquivarse. Es un pack indisoluble. Si has elegido luz te llevas de premio la sombra. Si has elegido vivir, conlleva sufrir.

Pero estar a oscuras produce dos hechos insólitos. El primero es que tus ojos se acaban acostumbrando y terminan por ser capaces de ver. El segundo es que aunque creas que no puede estar más negro, siempre es posible un tono más. Lo curioso de sentirse mal es que llega un momento en el que estás peor.

Acomodado en la penumbra, esperas. Dejas que el tiempo pase sin más. Permites que la vida se consuma. Tu esperanza está en algo que vendrá solo. Imaginas que un huracán arrancará la persiana de cuajo. Supones que un giro del destino te librará de la atadura de tu oscura habitación. Allí fuera hay un campo abierto. Soleado. Inmenso.

Y mientras esperas que la luz vuelva por si sola, la habitación se sigue oscureciendo.

Cuando dejas de ver la luz y llevas mucho tiempo esperando, si esperas un poco más, alguien la acaba viendo por ti. Puede que necesites una mano amiga que levante la persiana. Puede que tengas la suerte de encontrarla.

También podrías comenzar a planear cómo vencer a la sombra. Porque, al fin y al cabo, la vida va de levantar y bajar la persiana. La vida va de venerar la luz y soportar la tiniebla.

Cada día de oscuridad se supone que nos preparará para nuevas negruras. Sin embargo, nunca se está capacitado para afrontar, porque nuestra misión de inicio era ir hacia la luz.

Nadie sabe para lo que es realmente apto en la vida. Posiblemente, para nada.

La luz y la sombra no sólo dependen de esa persiana…

CADA.

1 comentario:

  1. "Tus deberes te manejan como a una marioneta. Ya no eres nadie"...Qué bueno es que haya en la vida personas como tú, que saben quienes son más allá de los supuestos deberes, personas que se rebelan...Gracias por recordarnos que la rebelión no es sólo un derecho, es también una condición para salir de la oscuridad, para salir a la luz, aunque después de tanto tiempo en penumbra, al principio el sol dañe los ojos. Una entrada preciosa...

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