DÉJAME QUE FRÍA LOS HUEVOS TRANQUILO

De un tiempo a esta parte he emprendido una pequeña investigación tratando de dar respuesta a la pregunta relacionada con las diferencias individuales que se plantean entre los hombres y las mujeres.

Es el eterno debate: ¿somos iguales? Se tiende a responder: sí, pero con diferencias.

Hace años pensaba que, efectivamente, los hombres y las mujeres somos iguales en todo y para todo. Podemos aspirar a los mismos puestos, realizar los mismos trabajos y esfuerzos, ansiar los mismos sueños, reír y llorar, emprender nuevos retos.

En un determinado momento de la historia de la psicología, alguien hizo la distinción entre capacidades lingüísticas y espaciales; pero estas diferencias casi paralelísticas de antaño se han comenzado a cruzar en los caminos. Ya no se trata de diferencias entre sexos sino entre inteligencias personales.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte, cuanto más conozco a la humanidad, más me sorprendo de las diferencias que transpolan al género.



Entrados en materia, me percaté de dos hechos, casi insignificantes, que llamaron mi atención. Paso a describir bajo estas líneas mis hallazgos.

El primero de los descubrimientos tiene que ver con un clásico: ¿qué mujer no le ha preguntado alguna vez a un hombre: en qué estás pensando? Hay determinadas situaciones en las que se crea una atmósfera que parece propicia para formular esa pregunta. Quizá se trate de un momento de intimidad. El caso es que, bajo esa situación, más o menos mágica, de pronto puede oírse la voz femenina preguntándose en qué piensa la otra persona con la que está compartiendo ese instante. Pero esta pregunta nos lleva a una segunda cuestión: ¿qué mujer no ha oído como respuesta: no estoy pensando en nada?

Esta situación me despertó tanta curiosidad que comencé a abordar a todos mis conocidos buscando una conclusión sobre este tema. Después de meses de investigación minuciosa la conclusión es la siguiente: cuando un hombre dice que no está pensando en nada es que no está pensando en nada.

Así de simple. He aquí la primera diferencia entre hombres y mujeres: los hombres tienen capacidad para abstraerse. Las mujeres no.

El segundo de mis descubrimientos está relacionado con la capacidad para hacer dos tareas con atención al mismo tiempo. Y de aquí el título de este post: “Déjame que fría los huevos tranquilo”. Sin duda me sirvió de inspiración un conocido que, cuando estaba enfrascada en la presente investigación, relató la historia comparativa entre como él necesitaba estar solo y concentrado en la cocina para freír un huevo mientras que una amiga suya podía hacerlo hablando por teléfono a la vez y mientras su hijo daba vueltas a su alrededor. Y lo más impactante: el huevo salía perfecto!! Todos sabemos lo difícil que es eso…

En esta segunda ocasión, volví a interrogar a los conocidos sobre su capacidad para realizar dos tareas al mismo tiempo prestando atención y me aseguraron que no se puede hacer perfectamente bien. Pueden hacerse, pero ¡el huevo se esparrama seguro!

Segunda diferencia entre hombres y mujeres: las mujeres tienen capacidad para seleccionar prendas de vestir mientras conducen. Los hombres no.

Espero que mis lectores hayan optimizado mi sarcasmo. A la vista de las diferencias físicas, a veces parece existir todo un mundo, aún por desenmascarar, entre los hombres y las mujeres. Nos quejamos continuamente de la dificultad para entender al otro sexo o para que nos comprenda. Sin embargo, mi mejor descubrimiento es que no hay mejor satisfacción que compartir momentos y pensamientos con ambos sexos. Al final, va a resultar que no somos tan diferentes…

CADA.

P.D.: Dedicado a nuestro seguidor “Autoayuda” y a todos nuestros seguidores y seguidoras

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