¿DECIDIR O REACCIONAR? ESA ES LA CUESTIÓN

Es curioso que últimamente distintas personas que en distintas situaciones, contextos y circunstancias personales, sin que exista relación alguna entre ellas, (más allá de tener contacto conmigo, claro), me han expresado cierto temor a vivir las mismas experiencias del pasado. Algo así como “tengo miedo a que esto me vuelva a suceder”. Cierto es que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, pero a veces estamos tan hartos de tropezar una y otra vez que en muchas ocasiones no sabemos quién es ese que está tirado en el suelo, con el polvo del camino en las orejas.

Por eso me he decidido a lanzaros esta pregunta y ayudaros a reflexionar sobre el verdadero destino de nuestras vidas, o más específicamente sobre las decisiones que tomamos en ellas. Un primer sitio para comenzar nuestro viaje de hoy es precisamente conocer a nuestros dos protagonistas, que parecen como dos hermanos gemelos, se parecen tanto que a veces los confundimos, pero en realidad son muy diferentes. Decidir supone una carga de consciencia de la que la reacción carece. No soy fanático del psicoanálisis, pero es cierto que los aprendizajes, las experiencias y el bagaje emocional conforman una forma de ver el mundo que mediatizan las decisiones del futuro.

El problema de fondo es que muchas veces creemos estar tomando una decisión cuando en realidad estamos reaccionando, es decir, nos dejamos guiar por la carga que llevamos a la espalda, sin ni siquiera caer en la cuenta de que en realidad, es un ser que ya no existe el que lleva las riendas de nuestro destino. El pasado es un mal compañero de viaje, porque se agarra a las seguridades, a lo conocido, a lo que siempre ha sido así. Para que algo “sea así”, siempre ha tenido que aparecer, siempre hay una primera vez, pero claro, a nuestro amigo el “Yo pasado” no le interesa este pensamiento, porque es más seguro acogerse a lo conocido, aunque ese camino trillado nos conduzca indefectiblemente hacia el desastre.

Hasta aquí os he contado las malas noticias. Las buenas empiezan a partir de ahora: Podemos acabar con ese miserable, que se viste de seguridad cuando en realidad es el lobo del miedo dispuesto a saltar sobre nosotros a la primera ocasión que se lo permitamos. Ante cualquier disyuntiva de la existencia, lo primero es pararse, y sí, aquí la tristeza suele ser una buena consejera. No sé vosotros, pero es mucho mejor estar triste para pensar que caer en las garras de esa fiera que nos empuja hacia los mismos derroteros.



Ya estamos parados, de acuerdo, pero como no vamos a estar tristes eternamente, algo tenemos que hacer. Hacer significa sentir, quitarse el pasado de encima pasa por vivir el presente con total implicación. Ser honesto con lo que siento hoy, lo que pienso hoy, quien soy hoy. Me hace gracia mucha gente que comenta, yo no quiero ser como mi padre, o como mi madre, por eso hago esto o aquello o lo de más allá...¡Reaccionando exactamente al contrario que ellos! Una nueva versión del dicho de Groucho: “De qué se habla que me opongo”. Cuando dedico un momento a pensar que hay en este momento dentro de mí, descubro potencialidades nuevas, deseos nuevos, lugares nuevos que visitar o donde quedarse. El niño vuelve a nacer con las ganas de vivir intactas.

No quiero haceros pensar que entonces lo mejor es cambiar, siempre de acá para allá buscando una felicidad que se nos diluye. Eso no es crecer, es inmadurez. Los cambios compulsivos, sobre todo cuando se asocian a una fuerte angustia vital, suelen significar una cosa: “Nos hemos dejado atrapar por nuestros fantasmas”. No se puede decidir con angustia, porque cuando estamos bloqueados por ella, nos agarramos al clavo ardiendo del pasado sin darnos cuenta de que el suelo es en realidad la verdadera vida.

Así pues, escuchemos a la angustia, pero no nos dejemos invadir por ella. Consulta las opciones, experimenta en el pensamiento, juega con las posibilidades, pero sabiendo que una de las posibilidades puede ser permanecer. Cuando las circunstancias varían, parece que el proyecto decesa. La opción consiste en aprovechar las nuevas circunstancias para reelaborar el proyecto, no descartarlo a las primeras de cambio. Los que me seguís habitualmente, ya lo sabéis, ser coherente con uno mismo.

Por último, una buena forma de dejar atrás los hábitos que nos llevan a reaccionar para empezar a tomar decisiones es escuchar lo que el cuerpo nos pide. Escuchar los mensajes emocionales, los latiguillos del alma que se abren paso a través de nuestra conciencia. Cuando un árbol se interpone en el camino hay que rodearlo, pero no dejar que nos haga perder el norte. Las emociones son la brújula que nos permite rodear las dificultades sin tener que variar el rumbo.

Muchas gracias por estar ahí. Feliz semana. Espero que hasta que nos volvamos a ver, toméis algunas decisiones y encerréis el lobo de la reacción en la jaula de la coherencia.

Un abrazo muy fuerte para tod@s

EDU

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