DE OCA EN OCA Y TIRO PORQUE NO ME QUEDA OTRA

Parece que los últimos días de noviembre estaban abocados a sumirnos poco a poco en la tristeza y, así, un día 1 de diciembre me he levantado pensando que era mejor quedarse en la cama. Cuando me ocurre esto siempre intento dos cosas. La primera de ellas es analizar la causa exacta para darle un sentido. (Odiaría pensar que no hay causa lógica y que las hormonas pueden ganar alguna batalla). La segunda decisión que tomo es buscar algo que me guste en ese mismo momento y, que sirva para decirme: eh! Ves como no está tan mal??

La causa la he encontrado rápido. Varias personas que me importan están tristes hoy. Una por abatimiento, otra por mezcla entre desazón y desesperación y la tercera por ver batirse un duelo desde la barrera.

Quizá soy demasiado empática. Quizá estoy involucrada.

Cuando venía hacia el trabajo me he dado cuenta de que me encanta esa imagen de las cuatro torres al fondo del horizonte, con el resto de edificios a sus pies. Hoy se veían perfectamente. Es un día frío y despejado. Al doblar la esquina, las majestuosas se quedan a mi espalda y las puedo, aún, vislumbrar por mi retrovisor. Al mismo tiempo, el sol débil de estas fechas me pega de lleno en la cara. Esta sensación también me hechiza. Sentir su luz acariciando mis pestañas. Al final del camino siempre elijo una canción adecuada para escuchar, cantar y quemar adrenalina. Esta tarde tocaré con mi grupo; el ensayo es pertinente.

Hoy, la media hora que separa mi hogar del trabajo no ha estado nada mal.

Ayer, uno pensaba que se le acababan las razones para creer que hubiese esperanza.



Me gustaría ser capaz de decirle a alguien que no tengo nada mejor que hacer que dedicarle mi tiempo. Pero el tiempo es eso que creemos poseer y que, sin embargo, nunca tenemos. Al parecer, ahora es lo único que necesito y pido: dame tiempo. Pero la palabra encierra algo más. No se tratan de minutos, horas ni días. En el fondo es tiempo para escapar. ¿Acaso para huir es necesario estar lejos? ¿Cómo se sale del agujero si no se conoce la dirección en la que se está orientada? Cuando crees que has tocado fondo ya no puedes bajar más, así que lo peor que le sigue es seguir allí indefinidamente. La pregunta, entonces, que uno debe hacerse es: ¿a qué estoy esperando? La peor respuesta es la que no se sabe.

Seguir caminando. Puede que un poco más despacio. A lo mejor hoy es un buen día para andar tan lento que sea aprovechable observar el camino.

¿Ya has agotado los recursos? ¿Ya has quemado las opciones? ¿Ya te has cansado de esperar sin saber qué? Y, sin embargo, continúa el miedo a dar otro paso. Puede que estés, incluso, harto/a de esperar una señal, de esperar que pase algo.

Con el paso de los años he terminado por descubrir que sólo en extrañas ocasiones si no haces nada pasa algo.

Sigue dándote tiempo. Pero que ese tiempo que te das sea el suficiente para echarle valor. Que ese tiempo sirva para afrontar…

CADA.

1 comentario:

  1. Espectacular...como siempre, no sólo la vista de las torres sino la capacidad para encontrar y hacernos encontrar un motivo para levantarnos cada mañana. La felicidad está más cerca de lo que pensamos, puede que incluso esté dentro de nosotros mismos. Muchas gracias...también por la empatía

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