EDUCACIÓN EMOCIONAL EN LAS AULAS

Hace unas cuántas semanas estuve hablando con un director de un centro educativo. Me comentaba, con razón a mi entender, que el sistema educativo español está mucho más preocupado por la educación de contenidos y mucho menos (por no decir nada) por la educación emocional de los alumnos y alumnas.

¿Qué estamos haciendo mal? Desde la ley se aboga por una educación integral de la persona que le permita desarrollar competencias para ser ciudadanos que conformen una sociedad democrática, plural, respetuosa con los derechos humanos y por la igualdad. Si esto es verdad, ¿por qué luego seguimos valorando casi exclusivamente el éxito académico basado en las competencias lingüísticas y matemáticas?

Quizá alguno pueda abogar por el tan manido recurso de que la educación emocional no corresponde al aula sino al ámbito de la familia. Pero en el desarrollo de las capacidades intelectuales también son fundamentales las competencias emocionales. Sin un adecuado autocontrol, es difícil conseguir la atención necesaria para desarrollar el aprendizaje, sin una buena estabilidad emocional, el alumnado estará más preocupado por sus estados internos que por resolver una determinada tarea. Y estas competencias, lo queramos o no, son parte de la educación emocional, una educación que, aquí sí estoy de acuerdo, debe ser consensuada tanto desde la familia como desde la escuela.

A tenor de esto me ha llamado mucho la atención un estudio ya clásico, donde se ahondaba en las causas del fracaso escolar entre el alumnado con familias de barrios marginales (y marginados). Al parecer, la variable que más influía en el fracaso escolar era la falta de comunicación entre la escuela y la familia. Así pues, quizá una de las patas por las que se cae el sistema educativo sea precisamente este.

Cierto es que muchos centros educativos cuidan y miman la participación de los padres y madres de alumnos, tanto a través de los distintos AMPA como a través del intercambio directo con los responsables-tutores, sobre todo en las etapas de la educación primaria. Sin embargo, en la mayoría de los casos estos contactos y sus compromisos son más iniciativa de docentes que encuentran que su labor está también en cuidar lo emocional que en un proyecto educativo planificado, organizado y evaluado.



La educación emocional no puede ser un agregado al currículum, una “asignatura” más, que elimine tiempo para sobrecargar aún más un programa donde se sigue dando preferencia a la transmisión de conocimiento por encima del aprendizaje de habilidades. El primer requisito fundamental es una buena inteligencia emocional en los profesores y profesoras. Llama considerablemente la atención que entre las distintas pruebas para la oposición al cuerpo de maestros no se valore adecuadamente esta perspectiva. A los docentes les exigen en su desempeño profesional competencias intelectuales, pedagógicas, emocionales e institucionales. Sin embargo, nadie les enseña ni les valora las capacidades más destinadas a las relaciones, primando el conocimiento sobre los contenidos de diversas materias. Incoherencias de un sistema que exige lo que no da y pide esfuerzos sin recursos adecuados.

Un segundo requisito fundamental es desempolvar la educación emocional más allá de las clases de tutoría. Todo lo que hacemos en el aula, nuestras comunicaciones verbales y no verbales, nuestros premios y nuestros castigos, nuestras atenciones o desatenciones, es absorbido por los alumnos con el propósito de aprender cuál es la conducta adecuada, qué es lo que tienen que hacer para recibir el cariño de esa figura tan importante en sus vidas como será el maestro, la maestra.

Si sólo premiamos a quien resulta más esforzado en las actitudes conceptuales, si sólo atendemos a quien está orientado a la tarea y no valoramos en su justa medida los intentos emocionales de los alumnos, para encauzarlos, respetarlos y educarlos, no podrá extrañarnos que sigamos viviendo en una sociedad que valora más los resultados que la forma de obtenerlos, una sociedad marcada por el objetivo en vez de marcada por el proceso.

Autoconocimiento, empatía, control emocional, expresión de emociones, autoestima…Deberían ser conceptos clave en la dinámica del aula. Aunque no quería cerrar este post sin agradecer a todos y todas esas profesoras y profesores que día a día, a través del ejemplo, consiguen sacar adelante niños y niñas que son ejemplo de madurez, estabilidad, alegría y responsabilidad. Maestros y maestras que aún mantienen una fe inquebrantable en el ser humano, aunque esté en desarrollo, o precisamente por eso.

A TOD@S VOSOTR@S, GRACIAS!!

EDU

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