QUIERO VACACIONES DE MI MISMA

Nuestro día a día está rodeado de frases convertidas en tópicos para hacer nuestra vida más llevadera. Dios ahoga, pero no aprieta; Cuando se cierra una puerta se abre una ventana; Todo llega en la vida (…)

Nos decimos a nosotros mismos todas esas sentencias con la esperanza de escuchar, cuando más lo necesitamos, una bocanada de aire fresco que nos vuelva a poner en la ola.

Sin embargo, los días van cayendo uno detrás de otro y, en ocasiones, los seres humanos entramos, sin saber muy bien por qué, en crisis.

La crisis adquiere formas diversas. Desde el punto de vista de la psicología, muchas veces, se liga a momentos clave de la vida de una persona. Otras, simplemente vamos sucumbiendo ante un mundo de aguas turbias que, por momentos, se nos ha vuelto pesaroso.

Un día te levantas y, sin más, sin saber la causa, todo te ha dejado de parecer bonito. Cada detalle importante de los días anteriores hoy te resulta molesto. Si te gustaba el sol en la cara, ahora te está estorbando…

Sientes el vacío de la gente a tu alrededor. Estás rodeado, pero no ves a nadie. Solo en un mundo multitudinario.

Cuando se entra en esa dinámica todo empieza a costar caro. Levantarse es difícil, el día no es llevadero y el momento de irse a la cama se ha convertido en un auténtico suplicio.

Conoces e identificas bien las causas. Demasiado estrés laboral, problemas familiares, tensiones varias y, la peor parte, un estado anímico que mucho tiene que ver con el YO. Un yo interior que grita algo, pero que a pesar de sus gritos no logramos escuchar.

¿Qué está pasando? ¿Por qué todo ha dejado de tener sentido? ¿Qué estás haciendo con tu vida? ¿Para qué? ¿Quieres seguir ese camino?

Mientras te haces todas esas preguntas existenciales el tiempo sigue venciendo el recorrido. Notas que pasa y que su paso te ahoga más. Sentir la pérdida del paso del tiempo es un problema más.

De pronto te sorprendes diciendo: “¡Que alguien pare el mundo ya! Yo quiero bajarme en la próxima…”


(Imagen de: es.123rf.com)


Pero esta situación insostenible no puede prolongarse eternamente.

En mi humilde experiencia, llegados a este punto, uno puede descubrirse a sí mismo necesitando vacaciones de la propia persona.

Así es. Me he dado cuenta de que lo que necesito, justamente ahora, no son vacaciones, sino vacaciones de mí. Necesito apartarme de mí una temporada.

Uno se quiere más que a nadie, pero por el contrario también tiene la fea costumbre de hacerse más daño que nadie.

Antes de pagarlo con el resto o, peor aún, de dejar de quererse y empezar a auto-odiarse, hay que separarse de la propia persona por unos días. Darse un respiro propio para poder volver y decirse: “eh! Ves como no estás tan mal?”

Me planteé esas vacaciones de mi persona hace unos días y empecé a pensar cómo se hacía eso. El primer consejo amigo que recibí fue este: “Yo creo que con que hagas cosas que no sueles hacer, digas cosas que no sueles decir y duermas horas que no sueles dormir... lo mismo tienes suerte y tomas vacaciones de la otra Cada”

Para llegar a eso, supongo que, hace falta una desconexión extrema. El aislamiento no parece ser una mala idea. Necesitar a los demás sabiendo que no puedes tenerlos, necesitarte a ti mismo, sabiendo que estás lejos, apartado, donde no llega nadie, donde no llega lo que sueles hacer, donde tu vínculo al mundo queda lejos, donde sólo tú con tus pesares estaréis cara a cara.

Todo el mundo necesita reencontrarse en algún momento de la vida. Todas las personas sufrimos crisis y necesitamos superarlas. Caer es necesario para poder decir que te has levantado. Levantarse es importante para poder afirmar que lo hiciste con éxito.

Llega un momento en que ya no se necesitan palmaditas en la espalda de los seres queridos. Lo que necesitamos es mirarnos al espejo con firmeza para auto halagarnos, para recordamos quiénes somos y por qué seguimos adelante. Hace falta recordar que la primera piedra que se coloca en un edificio, jamás queda a la vista; pero estuvo ahí la primera...


CADA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario