EL OBJETIVO RACIONAL


Lo que jamás fue servido jamás fue bebido. De pronto me ha venido a la cabeza lo estúpido y pueril que es vivir ansiando lo que está por llegar. Nos han convencido desde la infancia de la importancia de tener objetivos en la vida sin habernos transmitido que la vida en sí era el más apasionante de los retos. ¿Cuántas personas pueden decir que, simplemente, se hayan dedicado a vivir, sin más? 

Hemos estado equivocados, de la raíz a las puntas, buscando una esencia traicionera que lo único que ha dejado es una estela de amargura e insatisfacción debida a perseguir falsas ilusiones en las que el proceso de vivir se obviaba.

Nos ha servido la mentira como fe y el engaño como trampolín. Porque era más fácil creer que había una misión oculta que pensar en que todo es mucho más sencillo.

A las personas buenas de verdad deberían ocurrirles cosas buenas. Y hasta ellos quieren dejar de sentirse como el buen samaritano que siembra y siembra sin recoger. Sin embargo, es tan intrínseco como inevitable. Ya no puedo salvar a todos. Empiezo a sentirme como aquel que se quitó el anillo y pensó que con aquella simbólica joya podría haber salvado a un judío más.  ¿Acaso nunca tengo suficiente?




Llega un momento en la vida en que uno se cansa de admirar. La obra de arte ya ni es obra ni mucho menos arte.

Es el punto que se debate entre el bien y el mal. Es la señal que indica que ha llegado tu turno; el turno para dar ese paso que te dice: "o sales o entras, pero no puedes seguir a la sombra del amparo del marco de la puerta".

Hoy lo sé. Cuánto daño me hizo la zona de confort. Cuántas vidas insulsas está destrozando creídas de mantenerse en el engaño de mejor eso que nada. Y si algo he aprendido es que cuando se deja pasar el tiempo lo único que ocurre es eso, que pasa el tiempo.

Nadie ha puesto pegas a la aceptación de las grandes mentiras. Seguimos esperando con ilusión la llegada cada año de Tres Hombres Mágicos que siguen una estrella. Seguimos dando crédito a la más grande de todas las confabulaciones jamás sostenida por la población adulta mundial. Que si bien fue capaz de una conspiración de semejantes dimensiones, de qué no será capaz con tal de mover el motor del mundo a su antojo.

Ya no difiero realidad de ficción. Desconozco cuáles son los principios sólidos de la humanidad. Temo que todo lo que me contaron pueda no ser cierto y empiezo a comprender la distinción entre locura y filosofía. Veo la incapacidad entre saber y no, entre existir y dormir, entre pensar y ser real.

En este caos de incomprensión donde ya no puedo confiar ni en mi persona, descubrí que si nada tiene sentido, todo carece de valor. Si no hay fines específicos, la intencionalidad global debe parecerse a algo así como vivir lo mejor posible. Sentirse cómodo, desinhibido... Feliz. Sentirse feliz haga lo que haga hoy el sol. Sentirse feliz sin más.

Si algo es real es la enorme plasticidad que tiene el ser humano...

CADA.


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