EL VALOR DEL DESAPEGO

Quizá os sorprenda el título del artículo de hoy, pero no voy a ponerme místico. Aunque sinceramente creo que ejercitar el desapego es una habilidad importante para conseguir la necesaria felicidad en la vida.

Probablemente habréis oído la palabra desde un punto de vista espiritual, pero a mí me gustaría añadir el valor psicológico y de crecimiento que supone aceptar las cosas que nos suceden sin juzgarlas.

Sinceramente, me da la sensación de que en más ocasiones de las necesarias aplicamos los conceptos bueno y malo con demasiada frecuencia y no siempre con demasiado rigor. La bondad o maldad de las situaciones no siempre es evidente sin tener la suficiente perspectiva. Por eso no conviene juzgarlas a la primera y probablemente tampoco a la segunda.

Sean cuales sean nuestras condiciones actuales, nos aporten felicidad, dolor, placer o angustia conviene simplemente sentir lo que sintamos. Pensemos en la felicidad por ejemplo, para no ponernos demasiado dramáticos. Pensemos en un paseo primaveral, una brisa agradable en mitad de un verde prado, quizá en la compañía más adecuada. Evidentemente esto nos hace felices, pero si cuando volvemos a casa nos pasamos los días extrañando el dichoso paseíto, más que felicidad lo que estamos atrayendo es una indigesta ración de mala uva.

Este es, precisamente, el valor del desapego. El deseo es una condición innata del ser humano, pero si el deseo de vivir una situación determinada nos impide ver lo que tenemos delante de los ojos, no sólo no conseguiremos nunca lo que anhelamos sino que además nos estaremos perdiendo el mayor valor de la existencia, que consiste simplemente en vivir. Es más, estamos aquí para VIVIR, así, con unas mayúsculas enormes y en luces de neón.


(sitiosweb.com.mx)


No podemos permitirnos el lujo de andar a cada tiempo pensando en el siguiente, no podemos permitirnos el lujo de tomar las decisiones pensando en lo que fue o en lo que será. No estamos preparados para vivir la incesante angustia de tratar de adivinar qué pasará o peor aún, qué hubiera pasado si…Aquí estoy. Aquí estoy y debería sentirme orgulloso de estarlo, porque eso significa que aún estoy vivo, aún puedo cambiar mi historia, aún puedo dejarme llevar simplemente por lo que soy.

Leí hace algún tiempo, en un libro sobre bioenergética, que nos pasamos mucho tiempo andando (esta vez literalmente) sin sentir nuestros pies, porque no hacemos más que pensar en lo que haremos cuando lleguemos. Lo más curioso del caso es que en la mayoría de ocasiones, cuando llegamos no hacemos más que pensar en lo que haremos cuando salgamos y así sucesivamente. No es lo mismo vivir que pensar nuestra vida, lo cual no significa que no pensemos “sobre ella” pero hay que saber distinguir las preposiciones.

El concepto de tiempo está inmerso en la genética humana, esto no podemos cambiarlo, nos sirve para recordar, planificar y hacer un poco menos caótica una experiencia bastante difícil de manejar, es cierto. Pero en mitad de toda esa vorágine de pensamientos, planes, emociones y sentimientos existe un lugar, un lugar íntimo e inexplorado, un lugar al alcance de cualquiera y a la vez lejano, un lugar que nos recuerda constantemente que estamos a sólo un paso de la paz. Ese lugar se llama silencio.

Lo siguiente que podríamos decir es que el silencio es posible y no estoy hablando de ir al campo a escuchar pajaritos mientras el mundo camina sin mí. Estoy hablando de hacer lo que tengo que hacer ahora, de sentir lo que tengo que sentir ahora, de vivir lo que tengo que vivir ahora. El silencio llega cuando me olvido de lo bueno que sería todo si mi jefe me escuchara más, mis compañeros me hablaran menos, mi novio fuera más cariñoso o mi novia fuera más efusiva.

Si en vez de perder el tiempo deseando que mi vida fuera otra, me ocupara de vivir lo que mi vida es, probablemente tendríamos menos problemas, psicológicos también. Porque la angustia, la ansiedad, la depresión y el dolor se nutren del pensamiento. Se nutren de imaginar una vida que no tenemos y no creemos que vayamos a tener jamás. Lo que vivimos es lo mejor que nos puede pasar, puede que no nos guste, puede que no lo entendamos, puede que nos haga daño pero si dejamos nuestra cabecita loca a un lado y hundimos los pies en el instante que nos toca, descubriremos las raíces más profundas de nuestra propia felicidad.

Ahora es el momento, ahora es la condición, ahora es la vida y sólo ahora. Os propongo un pequeño ejercicio para el final de este artículo. Da igual dónde estés, no es necesario que cierres los ojos, ni que busques un lugar tranquilo ni que dejes de hablar. Simplemente observa qué es lo que sientes en este instante, no le des un nombre, no trates de valorar si es positivo o negativo. Simplemente siente cómo tu cuerpo se manifiesta y déjalo estar, sin apresarlo ni condenarlo. Y sigue haciendo lo que quiera que estés haciendo, de verdad, sin juzgar, sin pensar si te llena o te vacía, sin pensar en lo que tienes que hacer en el minuto siguiente. ¿No sientes que poco a poco las piezas del puzzle se van uniendo, dotando de un nuevo sentido a lo que sólo un momento antes no era más que una amalgama de voces internas?

Enhorabuena, te has conquistado a ti mismo, a ti misma. Has conquistado el único lugar donde no puede llegar ni el dolor, ni la ansiedad, ni la angustia ni la tristeza. El único momento donde puedes manifestarte en todo tu esplendor. Porque, esto no lo puedes dudar en ningún momento, el verdadero esplendor de ti mismo empieza ahora y sólo ahora puedes ser el inmenso, maravilloso e increíble ser que has venido a ser.

Que tengáis una semana llena de felicidad y paz

EDU

2 comentarios:

  1. Hola Edu,

    Lo primero de todo, gracias por tu post. Tengo que decir que me ha producido sentimientos contradictorios. Por un lado me consuela, por otro me alivia y, al final, me produce cierta sensación de discordancia.

    Me parece muy buena la idea que promueves del desapego. Me consuela oír que eso es exactamente lo que necesito y me alivia ver que es positivo permitirnos sentir lo que sentimos, sin más. Tengo en mi cabeza demasiada disonancia entre lo que debo sentir y lo que debo permitirme sentir...

    Pero lo que sí creo es que necesitamos seguir pensando en los pasos siguientes. Entiendo tu perspectiva de disfrutar de los pasos que vas dando; es sólo que, algunos, necesitamos andar sin parar y, al llegar, seguir andando

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Querid@ Amig@ Anónim@:
      Gracias por tu comentario. Quizá una de las peores faenas que nos podemos hacer a nosotros mismos es emplear "deberías...". Ya lo he escrito en algún post pero quizá puedo plantearme reescribir algo sobre ello, porque es importante.
      En cualquier caso estoy de acuerdo contigo en que es necesaria cierta perspectiva de futuro.
      No dejes de andar nunca, porque la vida es caminar, disfrutar y seguir andando
      Un abrazo fuerte
      EDU

      Eliminar