CÓMO APARTAR LOS "DEMASIADOS" DE TU VIDA

Esta mañana, cuando me despertaba, me he dado cuenta de una verdad importante. La vida está llena de instantes empañados por la mente. Cualquier mañana, nos levantamos de la cama, vamos a la ducha y en vez de disfrutar de un relajante momento de felicidad bajo el agua templada, nuestra mente nos asalta y bombardea con pensamientos intrascendentes: “Acuérdate de enviar el informe de D. Fulanito, no te olvides de comprar el regalo para el cumpleaños de Zutanito, estás enfadado con Menganita…”.

Le he estado dando vueltas a mi peluda cabeza acerca de qué cosas nos empañan y cómo quitar ese vaho mental que nos acercan peligrosamente a un accidente existencial. Una conclusión evidente ha sido que en numerosas ocasiones estamos expuestos a un virus mental, este virus no aparece (que yo sepa) en los manuales de psicología ni en los libros de autoayuda, pero lo he bautizado como el “virus del demasiado.

 (Imagen de: tecnocosas.es)


Mirad si no cuánta felicidad se nos escurre entre los dedos por el simple hecho de que nuestra mente nos empaña con “demasiados”: Tengo demasiada prisa, no tengo demasiado tiempo, el precio es demasiado caro, es demasiado pronto para esto o para aquello…¿No son demasiados demasiado? No sé vosotros, yo considero que sí y puedo afirmar sin género de dudas que no creo en los demasiados.

La vida lleva su ritmo, un ritmo propio y particular que no tiene nada que ver ni con los sucesos anteriores ni con las circunstancias presentes. Los encuentros, los momentos y las oportunidades surgen cuando surgen y sólo nos queda disfrutar de ello sin mucho más que pensar. El problema, creo yo, es que los virus mentales se encuentran muy a gusto entre hábitos, rutinas y categorías. El virus del demasiado se cuela en nuestro desarrollo cotidiano con insidiosa perfidia. Tiene forma de pensamiento, pone el pie en la puerta de nuestra felicidad y se presenta como un amigo desvergonzado. Antes de que nos demos cuenta, se ha instalado en nuestra casa, se apoltrona en nuestro sillón favorito y desde su recién estrenada posición de indulgente protector nos recuerda cada día que vamos por el mal camino.

El efecto inmediato de la acción del virus es que empezamos a abandonar nuestras emociones para centrarnos cada vez más en intentar averiguar qué nos está pasando. Por poner un ejemplo sencillo, es como si al ver una rosa, en lugar de disfrutar de su color y perfume, nos dedicamos a navegar en una apolillada biblioteca para descubrir la especie de rosal donde ha florecido y el lugar de procedencia de dicha especie. Si esta actuación nos parece absurda, ¿por qué nos empeñamos siempre en clasificar nuestros sentimientos? Parece que en vez de cerebro tenemos una serie de estanterías ordenadas por veinte criterios distintos. En este estante está el cariño que no llega a ser amor pero que tampoco es un simple rollo y sin embargo es algo más que…AAAHHH!!!!Por Dios!! Dedícate a disfrutar de la vida y punto, ¿no resultaría todo mucho más sencillo?

Cuando la enfermedad del empañamiento evoluciona nos aislamos de la realidad, empezamos a “pensar en”, dando de lado el “vivir con”. A medida que nos relacionamos más con nuestra forma de ver la vida que con la vida misma, también empezamos a comportarnos más como creemos que debemos hacerlo y no cómo realmente queremos o necesitamos. Las opiniones de los demás, los viejos hábitos y errores, las anticuadas comodidades toman al asalto el lugar que en nuestro pecho debería ocupar el corazón, convirtiendo cada latido en una simple acción física, cuando realmente cada latido es un verdadero canto a la vida y la esperanza.  

El mundo actual, creo que ya lo he repetido en alguna entrada anterior, es experto en la categorización y clasificación y por lo tanto hace propagar el “virus del demasiado”. Parece que el “summum” de la sabiduría procede única y exclusivamente del conocimiento científico, entendido como lo que los demás nos dicen de una realidad particular, da la sensación de que la experiencia particular no sirve para nada. Si preguntarais a un botánico experto en rosales, probablemente no haya visto ni la mitad de las especies que con tanto afán se dedica a investigar. Todo tiene que tener una base biológica para ser cierto. En todos los periódicos aparece un día sí y otro también que tal o cual hormona se relaciona con la amistad o que no sé qué centro cerebral es responsable del enamoramiento. Como decía un viejo profesor mío: “En vez de decir te quiero con todo mi corazón, vamos a terminar diciendo te quiero con todo mi ventrículo lateral izquierdo” Pues qué queréis que os diga, pero a mí me parece mucho menos glamoroso y además, es mentira. Desde luego, si un amigo mío viene a decirme que mi compañía es grata porque le aumenta el nivel de endorfinas, deja de serlo en ese mismo instante.

Afortunadamente, ante cualquier virus también existe un antídoto. Muchos de vosotros pensaréis que es el sentido común, pero para alguno que tenga la tentación de describir el sentido común como una conjunción de neuronas, ahí va alguna recomendación de la botica de la abuela para desempañar nuestra vida y ayudar a prevenir la dichosa enfermedad.

Como comentaba más arriba, la vida tiene su curso, por lo tanto el primer remedio es dar tiempo al propio tiempo, no tengáis prisa por decidir y dejaros llevar simplemente por la corriente. Hoy te apetece quedarte tirado en el sofá de casa, pues nada. Eso no significa que estés deprimido ni que seas un solitario sociópata. Que mañana prefieres dar una vuelta por el campo que irte a tomar una cerveza con ese amigo al que siempre ves, pues no te sientas culpable, cada cual necesita un espacio personal. Muchas veces la prisa, precisamente, busca la coalición del sentimiento de culpa. Como hemos comentado en alguna que otra ocasión, hay personas especializadas en sentirse culpables y otras que son expertas en el arte de hacer sentir culpables a los demás (ver la entrada del 14/10/2010 para más detalles), así que ya sabéis, sed amables con vosotros mismos a pesar de las posibles oposiciones de aquellos que os rodean.

Otro, más eficaz que la miel para la irritación de garganta, es buscar la coherencia entre nuestras acciones y nuestros pensamientos. Normalmente tendemos a creer que debemos comportarnos en función de nuestros pensamientos, pero considero que la relación más sana es la que se establece a la inversa. Cuando nuestros pensamientos se adecuan a nuestras acciones, nos vamos dando cuenta de que somos mucho más amables con nosotros, estamos más centrados, el día a día es más placentero y el empañamiento desaparece. Por supuesto, es necesario afirmar aquí que podemos hacer cualquier cosa que nos de la real gana, pero toda acción lleva aparejada una consecuencia, por tanto, si decido comportarme de determinada manera también debo ser capaz de afrontar sus consecuencias. Curiosamente, una de las máximas importantes de la enseñanza del Buda (y creo que el Budismo es la religión de la experiencia) es que cualquier causa tiene su efecto.

Ser coherente con uno mismo también implica ser consciente de mis necesidades para llegar a ser aquel que quiero ser. Cuando camino por la carretera de mi destino el paso es fácil y cómodo. Si confío más en las directrices de los demás, puede que lleguemos muy lejos, también podemos encontrarnos, al final de la jornada, en un lugar completamente distinto de donde debiera. A veces no es fácil distinguir las pistas que nos hacen diferenciar si andamos por nuestro camino o por una senda marcada por alguien ajeno a nosotros. Cuando vivimos sin prisa, dejándonos llenar por lo que vivimos, silenciamos ese virus macabro sin culpas ni reproches, con coherencia y valentía, el vaho del cristal desaparece y amanecemos a la salud que supone la paz de espíritu y la libertad de corazón. Esa es la mejor guía.

Un abrazo a todos

EDU



4 comentarios:

  1. Que post tan chulo! Una inyección de energía. Gracias Edu!

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  2. fantastico, y llevas tooooooda la razon, fuera los demasiados y a vivir cada momento con toda la intensidad, nunca es demasiado tarde, ni pronto ni demasiado nada, VIVAMOSSSSSS, besos educados

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  3. Hombre! En algunos libros de autoayuda sí que te dan este tipo de consejos :-)

    Me alegra haber encontrado este blog. Muy chulo, sí señor.

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  4. Gracias a nuestro amigo Libros de autoayuda. Efectivamente, en muchos casos los consejos de autoayuda nos permiten disfrutar la vida con plenitud. Prometo darme una vuelta para conoceros mejor. Un sincero saludo. EDU

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