CON LA SOGA AL CUELLO

Hay pocas cosas que no se solucionen con una bola de helado de dulce de leche...

Todos, en alguna ocasión, nos preguntamos si ha llegado el momento de dar el cambio. ¿Es hoy el día en el que tengo decidido dar un giro a mi vida? ¿Estoy preparado? ¿No tengo miedo? ¡Claro que lo tengo!

Cualquier cambio supone afrontar un reto. Muchas veces sabemos que debemos considerar ese aspecto, pero no lo hacemos porque estamos demasiado acomodados en una situación determinada. Nos engañamos. Hay estados que no son cómodos pero creemos que sustituirlos por otros nos podría dejar aún peor. Y entonces ocurre esa fatalidad en la que empieza a correr el tiempo sin control. Los días se siguen, los meses pasan, los años se vencen y la vida se va recubriendo de una especie de manto oscuro que todo lo tapa. Nunca es demasiado tarde. Nunca.



En ocasiones, buscamos apoyo de las personas que más queremos para que nos lancen ese cable que deseamos. Es decir, queremos oír algo concreto. Pero lo que suele suceder es que "quien bien te quiere te hará llorar" y más que un cable te acaban por poner una soga al cuello. Me miro al espejo y pienso: tengo que aprender a aceptar a la gente tal y como es. No es justo que espere cosas de nadie porque cada cual actúa como lo siente, no como yo quisiera.

Pero a veces, esto es lo mejor. Porque en lugar de esperar palabras de consuelo te llega un buen meneo que en el fondo te sirve para despertar. Al final, es una ayuda.

Hay que sacudirse el polvo que llevamos encima. Hay que hacer cosas que nos llenen de satisfacción. Hay que mirar al frente con decisión.

Vale, ya lo he decidido. Y, ahora ¿qué? ¿cuál es el siguiente paso?

Lo mejor en estos casos es quedar con un buen amigo para compartir un helado de dulce de leche. Unas risas, unos consejos y unos comentarios plagados de sinceridad pueden ajetrear nuestros más profundos pensamientos.

¿Tendrá la culpa de todo el helado? (...)

CADA

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