EDU Y CADA EN EL CAMINO DE SANTIAGO

Edu y Cada cuentan, en exclusiva, su experiencia Jacobea:




Edu y Cada cumplieron su peregrinación a la Catedral de Santiago de Compostela, custodia de la tumba del apóstol Santiago.

Edu y Cada recorrieron el conocido como Camino Norte, saliendo desde Irún, en la provincia vasca de Guipúzcoa, llegaron a Compostela atravesando tierras de Guipúzcoa, Vizcaya, Cantabria, Asturias, Lugo y Coruña.

Tras su ruta peregrina, nuestros protagonistas se han mostrado emocionados y muy contentos.

Cada: Todos los días tienes un recuerdo especial, a veces el Camino no se anda sino que se comparte y se vive con el resto de tus compañeros. Me quedo con la alegría de coincidir con gente que no habías visto durante unos días. Es increíble que puedas volver a encontrarte en los lugares más insospechados. Cuando esto sucede ves a la gente abrazarse, reir y emocionarse sinceramente.

Edu: Me ha impresionado muy gratamente el ambiente en los albergues, donde peregrinos desconocidos, de todas las nacionalidades y culturas se sientan en una mesa común para compartir las vivencias y aventuras del día. No falta la comida y emociona ver a personas que no se conocen animar, charlar e incluso curar las heridas de los demás.

Han compartido pasos y experiencias con otros peregrinos españoles, polacos, holandeses, alemanes, austriacos, checos, franceses, ingleses e incluso chinos. Cada quedó muy impresionada por este crisol de culturas: “Viene gente de todas las partes del mundo con experiencias y niveles culturales muy diversos. La comunicación se improvisa. Te das cuenta de la importancia de la lengua como vehículo para la comunicación, en muchos casos el nexo común es el inglés, pero puedes escuchar todas las lenguas del mundo. Ingenieros, obreros, estudiantes, profesores…Todos tienen cabida. Si buscas un lugar para olvidarte de los prejuicios y estándares sociales, no tengas duda, marcha a Compostela”.

En un mundo definido por la globalización económica y tecnológica, aún no hemos conseguido explorar las posibilidades de una verdadera globalización que abrace la cultura y la ética. Todavía somos defensores de lo “nuestro”, como si los “otros” fueran lo diferente, lo negativo, aquello de lo que debo defenderme para preservar mi individualidad y mi identidad.

Es curioso como el fenómeno global genera, en claro proceso regresivo, individuos en una búsqueda constante de fanatismo egocéntrico, definido por un hedonismo salvaje, una regresión a identidades diferenciadoras y un miedo exarcebado a lo diferente. Vivir la experiencia del “TÚ”, poniéndose de verdad las botas del otro, tratar de entender su cultura, su vida y su identidad, no desde una compasión idiota, sino desde un deseo genuino de querer “andar con”, supone un abrazo liberador que nos conecta con la verdadera experiencia de ser humano. Cuando las barreras de la diferenciación se vuelven borrosas, una nueva tierra de compromiso con el otro aparece sobre el horizonte, dando lugar a montañas de generosidad y a costas inexploradas de sencillez y gratuidad. El “YO” absurdo se diluye en gestos tan aparentemente insignificantes como compartir una botella de vino en la cena, curar un hombro dolorido o simplemente acompasar tus pasos a los de otro para charlar sobre cualquier cosa, convirtiendo un pesado tramo de carretera en un liviano paisaje de afecto y amistad.

La solidaridad no es un cuento de ONG´s para curar conciencias dormidas, la solidaridad es la consecuencia lógica que deriva de una experiencia directa del otro, una experiencia que encierra la gracia de sufrir las mismas heridas y gritar el mismo dolor, para curarse con la misma medicina y ser consolado por la misma mano amiga.

Cuando por fin aprendamos que nada nos separa del vecino, descubriremos con asombro las enormes posibilidades de una aldea verdaderamente global.

Edu nos comenta cómo muchos grupos de peregrinos se habían forjado en experiencias anteriores: La gente coincide en el Camino o incluso se llaman por teléfono para unirse, cuando hablas con ellos te cuentan que se conocieron tres, cuatro o cinco años atrás y desde entonces se mantienen amistades muy consolidadas. Algunos nos han invitado a su casa y te piden que les visites, que ellos se hacen cargo de todo. Esta genuina generosidad ha sido una lección muy valiosa”.

Tanto les ha gustado la experiencia que Edu y Cada han prometido volver:

“Nos encantaría regresar. Queremos dar las gracias de corazón a todos los peregrinos con quien hemos compartido algo, desde un vaso de agua hasta charlas de horas y risas. De todos hemos aprendido algo para el futuro”.

Estamos seguros de que el Apóstol Santiago estará encantado de volver a dar un abrazo a tan ilustres visitantes.

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